CARACTERÍSTICAS PECULIARES DE LA PEDAGOGÍA FRANCISCANA
La enseñanza desde una Pedagogía franciscana de:
La Mirada
Del Encuentro…
La Alegría y la Celebración
La Vida Cotidiana
La Solidaridad
El Mundo como Morada
La Libertad y los límites
La Paz
Características de la Espiritualidad Franciscana que originan la Pedagogía Franciscana
Minoridad:
Es un valor, una virtud evangélica, que encuentra en Cristo el modelo y en Francisco un seguidor fiel. Minoridad es una opción de fe, de amor, de servicio a la Iglesia y al mundo;
Educar a la persona superando el individualismo, creando fraternidad y convivencia familiar y social sana, basado en el amor que viene de Dios.;
La minoridad franciscana es un modo de vivir la fraternidad, en diálogo con los hermanos, llegar a ser “siervos de Dios”, dando lo que se tiene y lo que se es, no inferior a nadie, ni enemigo de los superiores;
Nace y actúa junto con las virtudes cristianas de fe, esperanza, amor, humildad y espíritu de sacrificio.
La minoridad verdadera y madura es exigente, necesita de energías humanas y divinas.
La Fraternidad
Es una actitud de encuentro y diálogo, es comunión divina y humana a un tiempo. Es vida más que una estructura; es el lugar y la «forma de vida» que propicia el encuentro y el diálogo con los otros, como una tarea común asumida ante Dios y no ante una ley.
Los escritos de Francisco nos ofrecen, expresiones concretas de fraternidad, es decir, manifestaciones de la misma en distintas dimensiones de la vida que le dan un matiz al carisma franciscano. Se pueden distinguir algunas características que configuran a la fraternidad según la espiritualidad franciscana:
La igualdad: Francisco quiso una Orden compuesta por hermanos, sin distenciones.
La reciprocidad. Si leemos con atención sus escritos, notaremos que, cuando se refiere a las relaciones entre los hermanos, emplea con mucha frecuencia expresiones como mutuamente, recíprocamente, unos a otros, entre sí. «Que en señal de recuerdo de mi bendición y de mi testamento siempre se amen recíprocamente» (TestS 3).
La subsidiaridad, la cual a su vez se basa en la confianza mutua. «Y manifieste confiadamente el uno al otro su necesidad, para que le encuentre lo necesario y se lo suministre» (1 R 9,10), como lo harían con la propia madre. Según esto, la fraternidad como actitud es sentir la necesidad del otro y acudir con prontitud a remediarla, saber manifestar con simplicidad al otro la propia necesidad.
La misericordia es otra nota distintiva de la fraternidad franciscana. Francisco sabía muy bien que uno de los mayores obstáculos para la comunión fraterna procede de la debilidad moral del ser humano frente a los demás. El franciscano no debe hacer ni decir nada malo contra los otros, no debe calumniar, ni litigar, ni juzgar, ni condenar a ninguno, a pesar de que sufra evidentes persecuciones (cf. 1 R 5,13-14; CtaM 2-8; 2CtaF38). La verdadera caridad lleva a profesar al hermano ausente un amor semejante al que le expresa en su presencia (cf. Adm 25), pero, sobre todo, se manifiesta a través de la misericordia frente a sus debilidades espirituales (cf. Adm 28,1). Por ello, los hermanos «deben guardarse de airarse y conturbarse por el pecado de alguno, porque la ira y la conturbación impiden en sí y en los otros la caridad» (2 R 7,3; cf. 1 R 5,7-8 Adm 11); al contrario, deben ayudar de la mejor forma posible al que ha pecado, especialmente a través de la corrección fraterna (cf. 1 R 5,3-6).
La alegría. «Y cuídense de manifestarse tristes externamente e hipócritas sombríos; sino que se manifiesten gozosos en el Señor (cf. Flp 4,4), y de buen humor y convenientemente agradables» (1 R 7,16). En Francisco su alma juglaresca, su amor a la vida y a lo bello, pero y su convicción de poseer el Espíritu del Señor, lo llevaban a comunicar a los demás el gozo que inundaba su alma.
Comunicar la alegría no es otra cosa que dejar que se transparente el gozo que hay en el corazón y saber compartir ese don del Espíritu con los demás. El fomento de la alegría es una acción dinámica que implica una doble dirección, es decir, no sólo comunicar sino también dejar que los otros me comuniquen su gozo; es alegrarse con el que está alegre.
La humildad en la vida de Francisco se plasma en diferentes movimientos: humildad ante Dios, pobreza espiritual; humildad ante uno mismo para conocerse verdaderamente; y humildad con los otros. La espiritualidad franciscana es interpelación que nos invita a afrontar la vida y nuestras dificultades y posibilidades desde un profundo sentido de la conciencia de nuestra verdadera limitación.
La solidaridad
Francisco encuentra en Dios el sumo bien. El regalo de Dios se convierte en empeño a favor de los otros, nos hace ser mensajeros de la paz y el bien. Poder anunciar a cada hombre y a cada mujer que “Tú también eres amado por Dios” y no sólo decírselo, sino plasmar con nuestro comportamiento una solidaridad humana que le permita comprobarlo. La espiritualidad franciscana en la vida concreta de cada persona es vivencia agradecida y humilde de entrega, compromiso, generosidad y altruismo con los otros, especialmente con los últimos.
Itinerario Pedagógico
Crecimiento antropológico y espiritual de la persona teniendo el “seguimiento de Jesucristo” como telón de fondo.
Las etapas se las puede estructurar de la siguiente manera:
Educar:
Educar consiste en ayudar a crecer en humanidad al otro. Para lo cual se necesita ir suscitando y equipando a la persona con un horizonte de sentido que ella misma ha de ir elaborando.
Formar:
Proponer un modelo ideal para dar vida a una nueva identidad. Se trata de dar forma, de configurar, forjar, teniendo un modelo “humanamente digno” que permita caminar hacia un proceso integrativo del desarrollo personal. No basta conocerse a sí mismo, sino que es necesario un horizonte claro, capaz de provocar la existencia del niño y el joven.
Acompañar:
Se trata de la proximidad inteligente y significativa hacia el niño y el joven y ayudarles a abrirse a Dios, al prójimo y su entorno. El camino formativo no es rutina, sino que cada acontecimiento es un evento en el que Dios habla y le hace crecer en su verdadera identidad de hijo en el Hijo.
Fr. Mario Aguilar, ofm
Guayaquil, 25 de enero de 2019